Este cuento no me pertenece.
Les diré que lo leí hace un tiempo y no puedo recordar donde, pero creo que vale la pena volver a traerlo.
UNA HISTORIA PARA LA NAVIDAD
La noche anterior había nevado y aunque la mayoría ya había barrido el blanco algodón de sus puertas o de los caminos habituales, aun persistían copos esparcidos por todo los rincones del parque.
Sabina Salazar Izpurreta de Gómez Sicardi, era una señora muy distinguida, perteneciente a la mas rancia sociedad del poblado.
Esa mañana la Sra. Sabina había decidido caminar hasta la capilla cercana donde debía arreglar algunos detalles de la ya muy próxima fiesta de navidad.
Entró al templo, habitualmente vacío y le llamó la atención que en un extremo de los primeros bancos había un niño arrodillado. Evidentemente estaba rezando, lo que le llamó aun más la atención. Era la hora en que todos los niños estaban jugando con la nieve, y era sumamente extraño que este estuviera solo en la capilla.
Se acercó despaciosamente y tratando de que no se sobresaltara se sentó muy cerca de él.
En un momento en que el jovencito aparentemente había terminado con suavidad lo saludó.
- Hola , pequeño -
- Buenos días señora ¿Estoy molestando? -
- Por supuesto que no hijo... pero me llamó la atención verte solo rezando -
-Ah -
-¿A quien le rezabas? -
- A Dios, señora, le estaba rezando a Dios -
- Me parece muy bien ¿Y que le pedías? -
-Zapatos... y medias... para mi y para mis hermanos.. Es que hace mucho frío y la nieve se cuela por los agujeros de la suelas y casi no podemos caminar -
La señora miró al niño y lo vio tan pequeño.
Se acercó a el y poniéndole una mano en el hombro le pregunto
- ¿Como te llamas? -
- Matías, señora -
-Bien Matias ahora vas a venir conmigo, te pido que me acompañes -
Y la señora Sabina llevo a Matías a la tienda más cercana y allí le compró zapatos y medias para el y sus hermanos, y le compró un abrigo y hasta una gorra de lana.
El niño no podía creer lo que le sucedía. quería agradecer y a su vez correr a llevarle a sus hermanitos los obsequios que esta buena mujer les había hecho.
La señora se sentía tan o más feliz que el niño.
Le acarició la cabeza y le dijo.
- Vamos, apúrate a llevarle las cosas a tus hermanos... deben estar ansiosos -
- Gracias señora, gracias - exclamaba Matías mientras volvía casi corriendo hasta su casa.
El niño se alejó y Sabina se quedó mirando como con muy poco, al menos para ella, había hecho la felicidad de un pequeño.
Finalmente desanduvo sus pasos para ir a la capilla y completar su cometido original.
En eso estaba cuando sintió que alguien tiraba del extremo de su sacón.
Se dio vuelta y ahí estaba Matías, con su gorra de colores.
- ¿Que pasa Matías? -
- ¿Puedo hacerle una pregunta, señora? -
- Por supuesto... ¿Que quieres saber? -
- Usted... ¿Es la esposa de Dios? -
No hay comentarios:
Publicar un comentario