SOÑABA
QUE SOÑABA
El
cabello se arremolinaba jugando con la brisa suave que mecía las espigas,
doradas como su cabellera. Un tenue sol de otoño acariciaba su rostro y sentía
que aquella figura le pertenecía. Experimentaba la satisfacción, que solo se
siente pocas veces, de la felicidad total. Corría hacia el con los brazos
extendidos, el suave vestido flotaba como si fuera una túnica de esas que las
diosas egeas lucían en la imaginación de los artistas. Sentía la dulzura de sus
gestos. La alegría del encuentro. La emoción de la primera vez.
Cuando
la tuvo a su lado supo que era feliz. Sintió la mano cálida rozando su rostro.
Sintió las caricias que ansiaba. No había ansiedad, No había excitación. Solo
el placer de dejarse llevar sintiendo que alguien lo amaba profundamente, con
ese amor que había alguna vez imaginado leyendo los cuentos de princesas y
príncipes.
Tomó
su talle que se curvó con la elegancia
de un junco…
-
¡Juan!...
¡Juan!... Despertate que ya se nos hizo tarde!!! –
-
Qu… que pasa!!! – Se desesperó entre dormido
y sobresaltado.
-
Son más de la ocho, Juan, tenemos que llevar
a los chicos al colegio! –
-
Pe… pe… pero mujer… estaba soñando. Soñaba
que soñaba y… -
-
Que sueño ni ocho cuartos… No sonó el
despertador… o no lo oiste… Levantate Juan, vamos!!! –
-
No estaba puesto el despertador… mi amor –
-
¿Cómo no estaba puesto? ¿Y por qué no estaba
puesto? Eh? –
-
Porque hoy es domingo… mi bien… domingo –
-
Ah, porque es domin… ¿Cómo domingo? –
-
Si, amor mío, hoy es domingo, domingo 27 de
julio. –
-
Entonces… No teníamos que levantarnos
temprano. ¿Por qué no me avisaste infeliz? –
-
Mi amor… es que estaba soñando que soñab… -
-
Déjate de tonteras… si querés dormi un poco
más… yo voy a darle de comer al gato –
-
Si, bueno…. Sabés que… que yo soñaba –
-
Ufa! Cortala con el sueño… dormite de nuevo y
volvé a soñar y listo… ¡Ya voy Felipe, ya voy… no maulles que ya te llevo tu
comidita! –
Juan
suspiró resignado. Se estiró bajo las gruesas frazadas y se acomodó para seguir
durmiendo.
Para
seguir soñando.
Muy
pronto había penetrado las capas de la realidad para sumergirse en el mundo
surrealista de la mente liberada.
Pero
todo fue en vano.
Volvió
a las pesadillas de siempre, a la angustia y la desazón.
Quiso
soñar que soñaba pero no pudo.
Finalmente
se levantó rápidamente, se lavó los dientes, se vistió y se fue, sin decir
palabra.
Calladamente
se puso a cortar el césped.
Después
prepararía la parrilla para el consabido asadito.
Al
fin y al cabo hoy era domingo.
Alberto
Colonna
2011
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